Eran
las siete de la tarde cuando Marnie entró en la librería. Salió de
su casa sin rumbo aparente, movida por unas irrefrenables ganas de
sentir el ambiente húmedo que tanto extrañaba tras sufrir las
constantes oleadas de calor veraniegas. Un gato blanco cruzó la
carretera y eso captó la atención de Marnie que, asombrada por el
blanco impoluto de su pelaje, decidió seguirlo.
Ella
no desistió en su persecución, y tras pasar varias calles, el gato
se detuvo frente a una antigua puerta la cual la joven advirtió que
llevaba rezado el cartel de librería. El felino se adentró en la
tienda seguido por Marnie y , una vez dentro, la joven quedó
fascinada ante el paraíso literario que la rodeaba.
Su
idilio con los libros comenzó a una edad muy temprana cuando sus
padres le regalaron el que hoy es su libro favorito, Peter
Pan. Su
abuelo y ella lo leían todas las noches ,hasta que debido al
implacable paso del tiempo, el anciano terminó su ciclo. Nunca
sintió tanto dolor como el que experimentó tras esa pérdida puesto
que esta persona le abría la puerta a un mundo en el que podía
soñar despierta y adentrarse en él junto a todos los niños que
quieren permanecer siempre de la misma forma,siendo niños. Su abuelo
abría la ventana de su habitación todas las noches lo que
alimentaba la esperanza de Marnie de que Peter Pan apareciera y se la
llevara a Nunca Jámas .
Marnie
era una joven de estatura media, de piel pálida, cuyos ojos avellana
conseguían deslumbrar a quienes la miraban. Sus rizos rubios caían
sobre sus hombros y conseguían cubrir su único defecto, las orejas
de soplillo, la pobre semejaba Dumbo cuando se recogía el pelo con
una coleta.
No
pertenecía al grupo de populares en su colegio y sus preferencias
iban más encaminadas a la lectura lo que la apartó de socializar
demasiado.
Nunca
decía adiós porque adiós significaba para ella, igual que para
Peter Pan, olvidar, y precisamente era algo que no se permitía.
Quería llevar a su abuelo en sus recuerdos para toda la vida.
Perdió
de vista al gato cuando entró por un recoveco en la última balda de
una estantería situada al fondo de la librería. Sin pensarlo dos
veces, oteó el oscuro agujero y creyó conveniente adentrarse para
rescatar al gato. Lo que no sabía era que de esta forma se estaba
adentrando en un mundo totalmente diferente que chocaba con toda la
monotonía de la vida humana y que, a pesar de ello, la hacía sentir
ella misma como nunca antes.
Asomó
la cabeza y contempló la oscuridad justo antes de caer al vacío.
No
sabía cuánto tiempo estuvo suspendida en el aire hasta que sintió
la fresca hierba acariciándole las piernas, abrió los ojos y
sorprendida contempló lo que se mostraba a su alrededor. Difería
bastante del habitual paisaje terrestre : grandes árboles de hojas
azules, flores que desprendían un aroma a chocolate, un cielo teñido
de magenta cargado de estrellas que parecían tener vida. Todo en ese
sitio cobraba vida y te invitaba a querer adentrarte de forma
inconsciente, como si tuviera una fuerza extraordinariamente
hipnótica.
Se
levantó y comenzó a dar pasos cortos que hicieron asomar las
pintorescas figuras de animales que, aunque debieran producir cierto
temor en ella, no hacían más que causarle curiosidad.
Pudo
distinguir una especie de ciervo coloreado de azul, numerosos
pajarillos que revoloteaban sobre las copas de los árboles creando
explosiones de colores, producidas por el arco íris de plumas que
recubría sus pequeños cuerpecitos.
Nunca
pudo imaginar que existiera un lugar tan idílico y de ensueño ,
tan poco típicamente humano.
Siguió
su instinto dispuesta a emprender el camino que se distinguía en el
suelo, cuando de pronto, un extraño ser de estatura baja y
rellenito, ataviado con ropajes de varios siglos atrás, la detuvo y
comenzó a decir:
—Pero
¡Mirad que espectáculo verla aproximarse! Observar el violento
combate de colores en su cara y cómo el blanco y el carmín se
destruyen el uno al otro. ¡Sus mejillas, pálidas antes, brillan
ahora como un relámpago del firmamento!
Marnie
quedó atónita y no pudo hacer más que contemplar al pequeño
hombrecillo que le dedicaba bellas palabras. Se presentó como
Pigmeo, caballero de Heartline y cuya misión era encontrar a su
amada Roberta.
Recuperada
en cierta medida Marnie pudo pronunciarse y realizar la pregunta.
Moría en ganas de conocer la respuesta.
—¿Dónde
estoy?—Inquirió
la joven
—¡Oh!
¿Dónde estamos?¿En la tierra o en las llamas? Sin mi amada gozo al
morir, o vivo al gozar—Marnie
notó una angustia vital en sus palabras, y tras digerir lo que dijo Pigmeo, reconoció en ellas la prosa
de uno de los autores que más la habían hecho suspirar, su adorado
Shakespeare.
Marnie
se alejó de Pigmeo que suplicaba al cielo por reencontrarse con
Roberta.
Al
cabo de unos minutos caminando por el serpenteante sendero, se topó
de lleno con un extraño arbusto poblado no de hojas, sino de libros
cuyas hermosas cubiertas incitaban a abrirlos. Llevada por la
curiosidad, Marnie palpó uno de estos, y casi al instante, una
irrefrenable sensación de atraparse entre sus páginas se adueñó
de ella. En cuanto pasó la primera página, sintió la agradable
brisa del mar en un día de verano. La sensación de mareo la
recorrió por completo. Distinguía un murmullo lejano en la cubierta
de un barco, incluso el destello del catalejo que un pirata sostenía
con la mano buena. La similitud entre la realidad y aquellos libros
que Marnie iba abriendo era cada vez mayor. Cruzaban una línea
imaginaria, como si fueran un mismo mundo. Así lo sentía ella, así
era en el País de los libros. Las mismas emociones que al leer se
abrían paso, se convertían en algo casi palpable allí. Páginas y
libros se abrían en aquel mágico arbusto. Notas musicales que
tomaban forma en la cabeza de Marnie mientras leía, se tornaban en
una música celestial; historias de amor que la hacían suspirar, las
sentía como si las estuviera experimentando ella misma, aspiraba el
salvaje olor del bosque…
Una
vez saciada de sensaciones literarias,la chica se dio la vuelta y se
topó de lleno con el gato. Por un momento creyó que le sonreía.
Pero, ¿Cómo iba a sonreír un gato? Tal vez hubiera pasado
demasiado tiempo en aquel lugar tan maravilloso y a la vez insólito.
El
blanco felino decidió dar media vuelta y volver por donde hubiera
venido. Como Marnie no sabía por dónde ir, le siguió. Resultó que
la condujo de nuevo hacia el sitio en el cual se precipitó. Unos
pasos más adelante, se encontraba una oquedad cual boca del lobo por
la que el gato se introdujo. Marnie un poco triste por abandonar el
precioso mundo que todavía no había explorado del todo, se coló
reapareciendo en la librería como si nada hubiera pasado.
Como
si todo fuera un hermoso sueño. ¿Lo era? Se preguntó.
El
gato estaba a su lado, relamiendo su peluda cola. Decidió llevárselo
consigo como recuerdo. Fuera un sueño o no, aquella aventura le hizo
comprender mejor que nunca la magia que pueden llegar a tener los
libros. Estarán hechos de papel, serán objetos comunes bonitos y
feos, pero lo verdaderamente importante es lo que encierran en el
interior.
Marnie
tenía una vida común, no obstante había visitado lugares que no
estaban en este mundo, conocido dragones y besado a sapos que se
convertían en príncipes. Ese mundo que había visitado le hizo
darse cuenta de que la magia existía en cada palabra escondida entre
las páginas de un libro. Especialmente en las sensaciones que
experimentaba al zambullirse en ellas.
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